Existen tres tipos:
- El tipo I refleja la inflamación de la vértebra
- El tipo II su degeneración grasa
- El tipo III su regeneración ósea
La aparición de esos signos se asocia a la existencia de signos de degeneración discal avanzada. La pérdida de capacidad de amortiguación del disco podría aumentar la carga que soporta la vértebra, causando microfracturas y desencadenando la inflamación que se observa en los signos tipo I.
Después la degeneración grasa se observaría como signos tipo II y, finalmente, la “cicatrización” del hueso o “regeneración ósea”, se observaría como signos tipo III. A la inversa, las alteraciones en el hueso vertebral podrían dificultar la perfusión de nutrientes desde la vértebra al disco, que ya de por sí recibe una irrigación muy pobre, lo que podría acelerar su degeneración.